Ready Player One de Ernest Cline

Un Oasis de ciencia ficción




A Erika Cortez Monroy Robles, (Kikars) mi adorada madre. 
El oasis que todo hijo quisiera tener en casa. Ya te extraño. 

El siempre indispensable cineasta Steven Spielberg ya tiene parte del elenco para la película que lo traerá de vuelta a la ciencia ficción, una cinta basada en la exitosa primera novela de Ernest Cline: Ready Player One (Ediciones B), maravillosa obra que por su temática y detalles característicos no podía saltar mejor a la pantalla grande que de la mano del director de Parque Jurásico. 

No es asunto menor, ni mucho menos azar, que lo primero que destaca del libro Ready Player One, al menos en Chile, país al que ha llegado bajo el sello de Ediciones B, sea la banda amarilla que corta la portada de diseño ochentero digital con una seductora cita que no solo podía potenciar las ventas, sino que la legitima: “La novela en que se basa la próxima película dirigida por Steven Spielberg”. 

Con Tye Sheridan (Cíclope en X-MEN: Apocalipsis) como Wide Owen Watts, el protagonista de la historia; Olivia Cooke (Emma Decody en la muy psicópata serie Bates Motel) como Art3mis y Ben Mendelsohn (Daggett, en Batman: el caballero oscuro asciende) como el villano Nolan Sorrento, Spielberg volvería a la ciencia ficción de los ochenta, terreno en el que el director de Encuentros cercanos del tercer tipo es, sin duda, el maestro bacán a seguir. The one and the only, como afirma ese conocido dicho destinado al más grande referente de una disciplina. 

En ese sentido, no debería olvidarse que fue precisamente Spielberg quien devolvió a la vida a los extintos dinosaurios en Parque Jurásico y quien trajo al planeta Tierra al tierno y a la vez, terrorífico E.T.



El chico de la casa rodante

Ready Player One es una novela ambientada en el año 2044, en una sociedad arruinada —distópica como suelen ubicarse este tipo de tramas que proyectan los problemas del presente hasta obtener posibles consecuencias futuras—, en donde la economía norteamericana está por el suelo y los abastecimientos energéticos vacios; los prejuicios sociales y el racismo están a la orden del día y los pobres viven apartados en edificios de casas rodantes muy lejos de la ciudad. 

Sin embargo, la segregación de los pobres pasa a segundo plano en esta historia. Más en una sociedad en crisis, cuya oferta laboral es nula y los niños —los pocos— que asisten a la escuela son subvencionados por el gobierno en la alimentación, suerte de becas que los tutores irresponsables venden para comprar drogas y mantener así sus vicios. 

Entre esos chicos, está Wide Owen Watts. 

Un muchacho huérfano que vive con su tía —una mujer despreocupada y drogadicta— en una de las casas rodantes, apiladas unas encima de otra, en las afueras de Oklahoma City. “Vivíamos en las torres de Portland Avenue, un enjambre creciente de cajas de zapatos de hojalata que se oxidaban junto a la 1-40 al oeste de Oklahoma City y sus rascacielos decrépitos”, relata Wide. 

Un Oasis 

En una realidad podrida, las personas necesitan centrarse en algo más que en sus enormes problemas y para eso está Oasis (Sigla en inglés para Simulación de Inmersión Sensorial Ontológica Antropocéntrica), un mundo virtual enorme, infinito e inexplorable para quién no tiene mucho crédito. 

"En una época de gran incertidumbre social y cultural, cuando casi toda la población mundial anhelaba huir de la realidad, Oasis hizo posible de un modo económico, legal, seguro y no adictivo (según estudios clínicos)”, explica el joven protagonista. 

En Oasis, cada usuario puede crear sus avatares al gusto, puede utilizar un detector de facciones para hacerlos parecidos a la realidad o simplemente crear un ser humano por completo diferente, ya que Oasis garantiza la protección de sus identidades a todo costo; también pueden construir, trabajar, relacionarse con otros avatares, comprar, asistir al colegio y, por supuesto, jugar.  

Wade o Parzival —como es conocido en el mundo virtual, por el caballero de la leyenda artúrica que encontró el Santo Grial y que en 1882 inmortalizara el compositor alemán Richard Wagner en su último dramón musical— como todo geek que se respete, arma con partes en buen estado de computadoras desechadas su propio laptop, para así poder escapar a Oasis cuando su tolerancia a la realidad está en niveles bajos o definitivamente nulos. 

 “Oasis me mantenía cuerdo. Fue mi patio de recreo y mi jardín de infancia”, cuenta Parzival. 

Tras la muerte del creador de Oasis, James Halliday, se viraliza en la red un video documental realizado por el mismo autor, en el cual relata de manera súper freak su última voluntad. Un testamento en el que estipula que su enorme fortuna será para el jugador que encuentre las tres llaves (La de cobre, jade y cristal) que abren las puertas de los mundos en donde escondió pistas que lo llevarán al fabuloso Huevo de Pascua del submundo virtual. 




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