‘Parábola del sembrador’: En los zapatos del otro

 

Parábola del sembrador


No; no vengo a ofrecerles sermones como aquellos predicadores que tocan muy temprano los domingos en las casas para dejar folletines con la palabra del Señor. Ni tampoco pasaré a ser uno de esos personajes religiosos radicales que habitan las historias de Stephen King, como la mamá de Carrie o la señora Carmody.

Con el título de este artículo, más bien, quiero referirme a un libro desgarrador y acaso traumatizante, pero de inocultable relevancia literaria, cuya historia sí que deja muchos aprendizajes al lector, pues reconoce en una historia futurista y de ficción muchos de los conflictos que empezaron a ocurrir en nuestro mundo hace tiempo. Por ello resulta espeluznante y, a un mismo tiempo, hermoso. 

Y es que “si hay algo más aterrador que una novela distópica sobre el futuro, es una escrita en el pasado que ya ha comenzado a hacerse realidad”, como escribe Gloria Steinem en la contraportada de ‘Parábola del Sembrador’  (OVEROL, 2020),  el décimo libro de la escritora estadounidense Octavia Estelle Butler —una de las primeras representantes del subgénero conocido como afrofuturismo—, que hoy es objeto de culto, admiración y horror.

Sus libros se pueden analizar desde diferentes aristas, entre ellas la raza, el feminismo, la ciencia ficción, la discapacidad, la proyección social, entre otras ópticas súper contemporáneas. Esa especie de fascinación por su obra no es gratuita y, aumentó desde su fallecimiento en 2006, cuando tropezó y se golpeó la cabeza en una acera frente a su casa en Lake Florence Park en Seattle, lo que le trajo consecuencias cardiovasculares. Esa es la razón por la que algunas esperadas obras de su catálogo (entre ellas tres que pertenecen a su colección de Parábolas quedarían en el tintero).

‘Parábola del sembrador’ (a la que luego habría de seguir ‘Parábola de los talentos’) ha sido traducida por primera vez al español por la chilena Virginia Gutiérrez, y ostenta una riqueza narrativa extraordinaria donde el imaginario de la autora se mezcla con la observación, mirada que resalta la verdadera naturaleza humana; una que no se comporta de manera decente con los demás y con el medioambiente a menos de que no tenga otra opción. Y como a veces sí la tiene, esa conducta ética, responsable y amiga, en ocasiones nunca llega.

Ambientada en Los Ángeles del año 2024, Butler nos presenta un mundo donde el calentamiento global ha convertido el agua en un bien escaso y sumamente caro. La gente de clase trabajadora, instalada en pequeñas comunidades amuralladas, trabaja la tierra y se entrena en armas para defender sus posesiones de los indigentes, los pobres, “los otros”, que viven y mueren ‘allá’. Afuera de sus muros, que son también los nuestros.

El neoliberalismo en su máxima expresión.

Las industrias farmacéuticas comercian medicamentos que mejoran el rendimiento mental, la Paracetco, y como consecuencia ‘Piro’: una droga que brinda a sus adictos un placer orgásmico al ver el fuego. Razón por la cual los incendios son comunes en este mundo, así como también los cuerpos mutilados y abandonados en terrenos que, en algún momento, fueron fértiles.

La policía y los bomberos cobran por sus servicios, pero lo cierto es que ya nadie confía en ellos, si es que alguna vez gozaron de ese privilegio. En esa atmósfera, aparece un candidato presidencial llamado Christopher Donner, el típico político oportunista, quien es elegido con base en sus promesas de desmantelar los programas gubernamentales de exploración espacial con el fin de recuperar empleos.

Esas políticas se potencian en las ciudades corporativas, territorios adquiridos por  la multinacional Kagimoto, Stamm, Frampton y Compañía,  súper ricos que dan alojamiento, protección y comida a cambio del trabajo de los habitantes, como en el feudalismo medieval, o con la utilización de una especie de sistema de fichas como el que usaban los ingleses en las salitreras chilenas. La idea es endeudar a los obreros, con el fin de que trabajen eternamente para la empresa, en una fórmula infalible: la esclavitud por deuda. ¿No es demasiado contemporáneo todo esto al mismo tiempo?




SEMILLA

‘Parábola del sembrador’ se lee a través de las notas que su protagonista Lauren Oya Olamina, una niña negra de quince años, escribe en su diario. La chiquilla vive con su familia en uno de los pocos barrios amurallados de Robledo y su lucidez es inquietante: “Es mi hogar. Esta es mi gente. Pero lo odio. Es como una isla rodeada de tiburones; excepto que los tiburones no molestan a menos que uno se meta al agua. Pero nuestros tiburones de tierra están camino a entrar. Solo se trata de cuánto les va a tomar tener el hambre suficiente”, escribe la jovencita, quien por supuesto muestra la inteligencia necesaria para no poner ninguna esperanza en las promesas de Donner: convertido en una suerte de ícono con el que los miembros más viejos del barrio se aferraban al pasado.

Muy por el contrario de sus vecinos, Lauren se prepara para sobrevivir en ese futuro esquizofrénico donde no sólo la crisis es ambiental y económica, sino también étnica y moral. Ella, consciente de que su mundo protegido no duraría para siempre, esconde en su clóset una mochila de emergencias con productos esenciales para lograr su propósito: no morir de un momento a otro. 

La adolescente practica su puntería junto a un grupo de jóvenes de la comunidad;  colecciona mapas que, en otros tiempos, pertenecieron a su abuelo; lee libros sobre cómo los nativos americanos usaban las hierbas medicinales o los suplementos alimenticios; devora enciclopedias, biografías. Lauren consume toda la información que puede, incluso ficción, mientras desarrolla una religión propia a la que llama Semilla terrestre, un sistema alternativo de moralidad y comunidad cuyo destino es echar raíces entre las estrellas. “El espacio podría ser nuestro futuro”, dice.

Cuando su barrio es atacado por los pirómanos, Lauren escapa y se encamina hacia la autopista 101 donde se une a una multitud de gente, cuyos sueños están puestos en el norte del país. Este viaje, de por sí peligroso, se complica todavía más para alguien que nunca ha estado sin supervisión fuera de la protección de las murallas. Sin embargo, para la joven Lauren era peor, ya que sufre de una aflicción llamada Trastorno Psicótico Orgánico o como ella le denomina: hiperempatía.

“Gracias al Paracetco, la pastillita, la harina de Einstein, la droga que mi madre eligió tomar en exceso ante de que mi nacimiento la matara, estoy loca. Me llega mucho dolor que no me pertenece y no es real. Pero duele. Se supone que participo del placer y el dolor, pero no hay mucho placer por estos lados hoy en día.”, cuenta la adolescente quien no puede dejar de padecer el dolor ajeno, porque es como si su mal consistiera en ponerse en los zapatos del otro. 

Esto también tiene un sentido dialéctico en la narración de Butler porque no encontramos héroes y villanos (tesis y antítesis) puros en la historia, sin antes comprender las motivaciones del otro. Y llegado ese punto, en la síntesis, los personajes ya no son ni tan admirables, ni pueden reprobarse sus acciones con rapidez y superficialidad. El lector ha estado en su calzado, a través de la empatía de Lauren.

NUEVO COMIENZO

El viaje de la muchacha también la lleva a través de gran parte de California. La dureza del entorno y los peligros que implica caminar por una autopista llena de drogadictos, caníbales y criminales, evocan la estética de ‘La Carretera’, película dirigida por John Hillcoat el año 2009, que se basa en la novela homónima de Cormac McCarthy, publicada el 2006.

La estructura narrativa del libro, tipo diario de vida, brinda credibilidad absoluta al relato. De hecho, algunas entradas tienen notas ampliadas en una fecha futura, cuando Lauren pudo estar tranquila para registrar de mejor manera lo que sucedió, de modo que la meta-redacción se ve afectada por los eventos de la historia.

Esa herramienta literaria tan sencilla, pero más que creativa, le da una veracidad impresionante al texto y lo hace más y más inquietante en la medida de que a cada instante se parece más al mundo en el que vivimos actualmente.

‘Parábola del sembrador’ es desgarradora y traumatizante, como escribí antes. Y es imposible de abandonar porque como lector necesitas saber si Lauren y compañía sobrevivirán a este viaje en donde la autora no justifica la naturaleza humana, sino que la pone en suspensión hasta encontrar la forma de sembrar o convertir su ‘Semilla terrestre’ en una forma de vida que ofrezca una oportunidad de comenzar de nuevo en circunstancias extremas.

Ello tal vez podría ser posible con prácticas ecológicas, solidarias y de colaboración comunitaria, en vez de complacer los impulsos egoístas que los malos hábitos del neoliberalismo y los vicios del ADN que nos han inculcado como humanidad.  Claro, si es que tenemos otra oportunidad. Porque ahí, en esa nueva esperanza, sí que parece estar la ciencia ficción. Pero no voy a predicar aquí.

 

Ficha técnica

‘Parábola del Sembrador’ (compralo aquí)

Octavia E. Butler

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