La melancolía de 'Muerte de la luz' de George R.R. Martin
"Muerte de la luz" de George R.R. Martin, —escrita
en su época previa a “Juego de Tronos”—, comienza contando la historia de Dirk
t'Larien, un historiador que vive en Braque sin hacer nada en especial. Un día,
recibe de su antiguo amor, Gwen Delvano, una joya que le regaló siete años
antes. Esta “lágrima susurrante” es una señal para que vaya a verla,
posiblemente para reanudar su relación amorosa. Gwen trabaja como ecologista en
Worlorn, un planeta errante en el borde de la galaxia, que ahora se aleja del
sistema estelar y está condenado al invierno perpetuo y la noche eterna del
espacio.
En su época de esplendor, Worlorn fue el escenario del
Festival de Mundos Exteriores. Como me escribió Demetrio Badul, autor de “La
narración de Arthur Gordon Pym de Nantucket”, es una especie de Feria
Internacional de Santiago – FISA. Varias civilizaciones construyeron ciudades
representativas, como la ciudad-torre autosustentable Desafío o Krine Lamiya,
la ciudad sirena. Esta última tiene sus edificios diseñados de tal forma que,
al pasar los vientos de la montaña por sus torres, emiten una nota musical que
en su conjunto orquesta una triste composición de la compositora Lamiya Bailis.
Las ciudades y exposiciones construidas para el Festival
están cerradas y abandonadas, y sólo quedan unos pocos científicos e
inadaptados. Dirk desembarca en este inhóspito escenario para encontrarse con
Gwen, quien, acompañada por un miembro de los Kundiss, una raza
estratégicamente astuta, se muestra pasivo-agresiva, dejando a Dirk en una
posición patética, mendigando por una respuesta que lo ayude a comprender su
hostilidad. Como escribió Pessoa: "Comprender es olvidarse de amar".
Peor aún, Dirk descubre que Gwen se ha casado durante los
años que han estado separados y que la invitación era para cortar
definitivamente los lazos con él de forma limpia. Sin embargo, Dirk sospecha
que su matrimonio es infeliz y que la joya podría ser un grito de auxilio. Tal
vez ella aún lo ama después de todo.
Las cosas se complican aún más cuando algunos miembros del
grupo tribal Kavalar, con quienes Gwen se casó, comienzan a cazar ilegalmente
por deporte a otros habitantes humanos de Worlorn, a quienes llaman
cuasihombres. Hay fricciones que rozan la guerra abierta entre los distintos
clanes de los Kavalar, y Dirk se convierte en el catalizador de unos acontecimientos
que se salen de control.
Cada giro de la trama es una extensión lógica de las
personalidades involucradas, y Martin muestra cómo la cultura puede ser una
cárcel. La historia de los Kavalar, tan importante para la trama, se presenta
con fluidez a través del diálogo.
Para terminar, lo que hace a "Muerte de la luz" tan especial es cómo George R.R. Martin entrelaza el destino del planeta Worlorn con las vidas y amores de sus personajes. La "muerte de la luz" en el título no solo se refiere al planeta que se aleja de su sol hacia la oscuridad eterna, sino también a la extinción de la luz metafórica que es el amor.
Como se aborda en la película "Interstellar", el amor, al igual que la luz y la gravedad, es una fuerza extremadamente poderosa para la que la ciencia exacta aún no ha encontrado una explicación. El amor puede regir otras fuerzas y fenómenos en el universo, operando en distintos planos de realidad. En "Muerte de la luz", el amor de Dirk y Gwen se apaga, dejando una oscuridad emocional que refleja la decadencia de Worlorn.Es una historia súper interesante y satisfactoria. Sin embargo, me dejó melancólica, demasiado triste.
Es una novela que debería ser leída.
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