Blackwater: La Riada de Michael MacDowell, una crónica de misterio y cotidianeidad
Publicada originalmente en 1983, ‘Blackwater:
La Riada’ regresa este septiembre, trayendo nuevamente el universo de Perdido,
un pequeño pueblo sureño de Alabama, devastado por una inundación. La
catástrofe que no solo afectó la infraestructura, sino también el corazón de
sus habitantes, dejó una sensación de fragilidad que penetró incluso en
aquellos que aparentaban ser inquebrantables, como la familia Caskey. Entre la
destrucción y la desesperación, emerge una figura intrigante: Elinor Dammert,
encontrada en el último piso del Hotel Osceola, en medio del caos, desafiando
toda lógica de supervivencia. La aparición de esta intrigante mujer parece ser
tan sobrenatural como el propio río que arrasó con el pueblo.
Oscar Caskey, miembro de una de las tres
familias más ricas de Perdido y dueño de un aserradero, decide ayudar a Elinor,
quien lo ha perdido todo, incluso su identidad. Esta decisión marca el inicio
de una relación que pronto se tornará en algo más profundo. Sin embargo, la
llegada de Elinor no pasa desapercibida para todos. Su presencia en Perdido
suscita desconfianza, especialmente en Mary-Love, la madre de Oscar, quien de
inmediato siente una aversión inexplicable hacia ella. Aquí es donde McDowell juega
con las sutilezas, sugiriendo que hay algo más que simple rivalidad femenina.
Mary-Love percibe, quizás de manera instintiva, que Elinor representa una
amenaza no solo para su familia, sino para el orden natural del pueblo. Esta
tensión inicial entre ambas mujeres desencadena uno de los principales
conflictos de la novela.
A lo largo del libro, el río Perdido se
presenta como un personaje en sí mismo, un elemento omnipresente que simboliza
tanto la destrucción como la renovación. La relación de Elinor con el agua es
inquietante, casi simbiótica, y el hecho de que no se muestre interesada en las
propuestas del ayuntamiento para mitigar los riesgos del río genera más
sospechas. Su oposición a la idea de construir un dique, presentada por Genevieve,
la esposa rebelde de James, resulta aún más desconcertante. El autor introduce
de manera sutil el elemento sobrenatural, entrelazándolo con la ambientación
sureña de principios del siglo XX. Elinor, con su aura enigmática, parece
conectada a las fuerzas naturales que rodean Perdido, y su presencia desata
eventos cada vez más oscuros y trágicos, como la desaparición de personas cerca
de la convergencia del río Perdido y el Blackwater.
Uno de los momentos clave del libro es cuando
un niño llamado Buster se ahoga en el río. Aunque el evento no conmociona tanto
al pueblo debido a la segregación racial y la poca consideración por la vida de
las personas de color en esa época, sí refuerza la sensación de que Elinor está
conectada de algún modo con las tragedias que ocurren en Perdido. Michael McDowell
introduce lo sobrenatural de manera magistral, sin grandes exhibiciones, sino a
través de pinceladas sutiles que envuelven al lector en una atmósfera de
inquietud creciente.
Oscar, por su parte, parece ciego a todo lo que
sucede a su alrededor. Su fascinación por Elinor lo aleja de su familia, y
aunque en un principio parece que su cercanía con ella responde a una mezcla de
atracción y curiosidad, hay algo más en juego. Oscar, un hombre que siempre ha
sido dominado por la influencia de su madre, ve en Elinor una oportunidad de
liberarse, pero a medida que avanza la historia, queda claro que esta
independencia podría tener un alto costo.
Además del enfrentamiento entre Elinor y
Mary-Love, la historia explora otros conflictos, como la relación de Oscar con
su familia, donde queda claro que es visto como un “mamón”, incapaz de tomar
decisiones por sí mismo. La tensión entre los habitantes del pueblo también
crece a medida que avanza la reconstrucción, y el río, símbolo tanto de la vida
como de la muerte, sigue siendo una amenaza constante. En este sentido, la
lucha del pueblo contra el río podría interpretarse como una metáfora de la
lucha del hombre contra la naturaleza, o incluso de la batalla entre la
civilización y las fuerzas primigenias que parecen rodear a Perdido.
Elinor, como personaje, es fascinante. Encarna
el papel de la mujer en una sociedad conservadora, pero lo hace desde una
posición de poder silencioso. Su capacidad para manipular, su misteriosa
conexión con el agua, y su aparente control sobre los eventos que suceden en
Perdido, la convierten en un ser ambiguo, difícil de descifrar. McDowell nos
invita a preguntarnos si Elinor es simplemente una mujer que busca su lugar en
el mundo, o si es algo mucho más peligroso.
El estilo narrativo de McDowell recuerda a
autores del horror gótico como Shirley Jackson (‘Siempre hemos vivido en el
castillo’ novelón) o incluso a la ambientación de Sueño del Fevre de George
R.R. Martin. El río, con su poder destructivo, me evoca a La forma del agua de
Guillermo del Toro, pero con un tono más oscuro y sureño. Michael McDowell
logra una atmósfera envolvente, donde el realismo mágico y el horror se mezclan
de manera tenue, creando una obra que, aunque baja en horror explícito, deja
una profunda sensación de inquietud.
‘Blackwater:
La Riada’ es solo el comienzo de una saga que promete explorar a fondo la vida
en Perdido y los oscuros secretos que sus habitantes, especialmente Elinor,
intentan esconder. Con un final que deja con ganas de más, queda claro que
McDowell sabía exactamente cómo mantener al lector atrapado en su telaraña
narrativa.