El Asesino Ciego de Margaret Atwood: Imperfecto, pero imprescindible

 






“El asesino ciego”, novela de la aclamada escritora canadiense, Margaret Atwood, teje una historia de intriga y revelaciones que abarcan las complejas dinámicas de poder y la opresión femenina. Además, nos sumerge en un misterio que captura desde la primera página: la trágica muerte de Laura Chase en 1945, quien, según un titular que aparece al inicio del libro, muere al precipitarse su coche desde un puente en Toronto. Esta muerte, presentada ambiguamente como un posible suicidio o asesinato, plantea preguntas que impregnan toda la narrativa.

Margaret Atwood, en “El asesino ciego”, nos entrega una narrativa compleja con historias que se entrelazan, y que  nos sumergen en un estudio profundo y a menudo perturbador de personajes encerrados en los barrotes de su cuna. A través de las vidas de las hermanas Iris y Laura Chase, la autora explora la opresión, la traición y las consecuencias de una educación incompleta que limita la percepción de la vida, donde el privilegio y la tragedia van de la mano.

Iris Chase, la mayor de las hermanas, prácticamente criada en una burbuja rural, observa el mundo con una mezcla de desapego y desconcierto. Su descripción, por ejemplo, del Coliseo romano como un “queso mordido por ratones” no es solo un reflejo de su desconocimiento histórico, sino también una metáfora de su distanciamiento emocional y cultural. Criadas sin una figura materna y con un padre devastado por la guerra que finalmente “vende” a Iris para salvar su legado industrial, las hermanas Chase se encuentran en un laberinto de manipulaciones y mentiras, cortesía de Richard Griffen y su hermana Winifred.

Richard, un industrial y político de derecha extrema, emerge como un villano, un símbolo del autoritarismo y la corrupción del poder que asola el mundo de las Chase. Atwood no se limita a pintar a Richard como malvado; lo presenta como una figura que, en su despiadado pragmatismo, refleja las sombras más oscuras de la política de la época, incluida su inicial admiración por figuras como Adolf Hitler y sus esfuerzos por limpiar su imagen a medida que la guerra mancha su reputación.

La novela se desarrolla en varias capas narrativas, una de las cuales incluye extractos del libro homónimo de ciencia ficción escrito por uno de los personajes. Estos segmentos, junto con los insertos de noticias, han sido puntos de desacuerdo entre críticos, quienes a menudo los encuentran desconectados de la obra y en ocasiones hasta tediosos. Uno de los elementos más intrigantes de la novela es el libro dentro del libro, también titulado “El asesino ciego”, atribuido a Laura Chase y publicado póstumamente. Este texto de ciencia ficción ambientada en Zicrón, que narra la historia de amantes fugitivos y mundos distópicos, refleja simbólicamente la lucha de clases y la explotación femenina, y también parece ser un espejo distorsionado de las propias experiencias de Laura y su hermana Iris.

La publicación de este libro otorga a Laura un estatus de culto, con fanáticos que dejan ofrendas en su tumba y citan líneas de su obra, mientras que los académicos escudriñan el texto buscando entender mejor su enigmática vida y muerte. De esta manera, los relatos internos y el principal se entrelazan, reflejando y amplificando temas de manipulación, sacrificio y autonomía femenina.

La revelación de las “indiscreciones” de Richard con Laura, y el posterior descubrimiento del verdadero papel de Laura en la escritura del libro que lleva su nombre, llevan a Iris hacia un camino de dolorosa iluminación y eventual emancipación. Esta emancipación, aunque tardía, trae consigo un costo emocional y personal tremendo, que Atwood describe con sensibilidad y profundidad.

El final de “El asesino ciego” es un testimonio de la habilidad narrativa de Margaret Atwood, que siempre deja a los lectores sumidos en reflexión. Personalmente, me encontré llorando por horas, conmovida por la intensidad de las emociones y por una conexión personal profunda, recordando situaciones similares vividas por mi madre con su familia, que resonaron con las experiencias de Laura e Iris.

“El asesino ciego” es más que una novela; es un eco de nuestras propias luchas y oscuridades. Aunque no es mi obra favorita de Atwood, desafía y cautiva, permaneciendo con el lector mucho tiempo después de terminarla. Con su prosa elegante y precisa, Margaret Atwood ha entregado un relato que es tanto un tapiz gótico como un profundo comentario social y humano.



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